El Colectivo Agroecológico del Río Negro fue al Alto Valle en busca de la primera compra de fruta agroecológica producida con prácticas biodinámicas para distribuir en este comienzo de año en la comarca Viedma-Patagones.
El Colectivo Agroecológico del Río Negro, integrado por distintos grupos de consumo y personas interesadas en otra manera de producir y alimentarse, comenzó a plantearse diversas preguntas en torno a los alimentos: ¿Qué consumimos y por qué? ¿Qué compramos? ¿Dónde y a quién? ¿Qué sistemas se sostienen con cada decisión?
A raíz de estas inquietudes argumentaron: “Actuamos siempre queriendo hacer llegar a nuestras casas el mejor alimento que podemos conseguir hoy. Y en este camino, con todas estas preguntas, tejemos redes con quienes buscan lo mismo”.
A través de capacitaciones sobre producción agroecológica y biodinámica a la que asistieron miembros del Colectivo es como conocieron al productor del Alto Valle, Ronald Morris -Rony-. La organización planteó el interés en su producción y viajó a conocer su chacra hasta las cercanías de General Roca. Así, pudieron conocer cómo era su producción y forma de vivir. “Nosotros vivimos con gran satisfacción que haya consumidores que valoren cómo es cultivado el alimento”, sostuvo Morris en una pausa en su trabajo.
El trabajador vive allí junto a su pareja y dos hijos: “Tenemos la certeza de que no hay veneno y que todos los animales y organismos que andan por aquí están sanos y cumplen una función para lograr un equilibrio” dice orgulloso el productor de peras y manzanas con sello orgánico”.
Esta familia productora forma parte de la Primera Cooperativa Frutícola General Roca Limitada. Desde el año 2000 producen agroecológico y con el tiempo incorporaron prácticas biodinámicas a partir de capacitaciones brindadas por la Asociación para la Agricultura Biológico-Dinámica de Argentina (Aabda).
Filosofía de vida
La biodinámica está dentro de los movimientos agroecológicos. La diferencia con la agroecología es que se toman en cuenta más elementos, “no solo lo que se ve sino también aquello que no vemos pero que sí percibimos. Los astros, los ritmos de la naturaleza y la observación que le sucede al hombre cuando realiza la labor de la agricultura son claves para esta práctica que proviene de la antroposofía”, expuso Morris. Junto a su familia afirmó que “tratan de producir alimentos que tengan vitalidad, que no sean una cosa inerte, un producto de mercado, ni que estén regidos por las exigencias de éste”. Lo cual implica un gran desafío en el Alto Valle de Río Negro.
A través de la Primera Cooperativa Frutihortícola esta familia exporta con sello orgánico la mayor parte de su producción a diversos y lejanos lugares como Rusia. Aquella fruta que no es recogida antes de que termine el sello de cosecha no puede ser exportada -no cumple con las exigencias de exportación de ultramar- es comprada por consumidores y consumidoras que buscan alimentos vitales producidos con prácticas sustentables. De todos modos, la fruta que queda en el monte luego del sello de cosecha es de mejor calidad ya que tiene un poco más de tiempo en la planta.
Este productor de una de las zonas de producción frutihortícola de mayor intensidad del país indicó que “no solo es posible un cambio en la producción de alimentos, sino que hace rato que el cambio ha comenzado”. Sin embargo, el rol de consumidoras y consumidores es clave. Así, señaló que “el cambio no puede ser posible si al consumidor le da lo mismo consumir un alimento lleno de agrotóxicos o uno agroecológico”.
Esta conexión entre productores y productoras que se animan a otra manera de producir alimentos y grupos de consumidores y consumidoras permitió que los jueves de febrero, los bolsones del Colectivo Agroecológico del Río Negro contaran con peras y manzanas de Rony y su familia. Fruta que hubiera sido industrializada para terminar en una góndola o exportada entre tantas toneladas más, viajando miles de kilómetros para llegar a un destino donde quizás nadie sepa quién la produjo ni de qué manera.