Aseguran que el desplome del poder adquisitivo se aceleró con la acentuación de la inflación

La Confederación Coninagro dio a conocer el informe mensual de su Índice de Competitividad (IC), en el que expresan la preocupación por la situación económica.

Las economías regionales experimentarán un año difícil en cuanto al financiamiento, sostiene el informe que acompaña la actualización mensual del Índice de Competitividad de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro) Cooperativa Ltda.

Por un lado, la necesidad es mayor dada la compleja situación de la cual parten los productores tras la sequía del año pasado y los bajos niveles de rentabilidad percibidos en un contexto de fuerte alza de costos y caída de la demanda interna.

Por otro lado, las altas tasas de interés y la volatilidad que muestra el mercado cambiario en un año electoral recortarían los incentivos para tomar deuda. En este sentido, es esperable que el financiamiento para el sector continúe en retroceso, dada la permanencia de altas tasas de interés real durante gran parte del año, indica el informe.

En el cuarto trimestre de 2018, el Índice de Competitividad Coninagro (IC) mostró un retroceso de 3,4% frente al mismo período de 2017, lo cual representa un deterioro en la competitividad multidimensional de las economías en el último tramo del año. Una de las dimensiones que más contribuyó a esta dinámica sufrida por el IC fue la referida al Entorno Macroeconómico e Institucional, la cual experimentó una caída de 20,6% interanual (i.a.), solo por detrás de la dimensión de Infraestructura (-30,2% i.a.).

El informe completo
En el cuarto trimestre de 2018, el Índice de Competitividad Coninagro (IC) mostró un retroceso de 3,4% frente al mismo período de 2017, lo cual representa un deterioro en la competitividad multidimensional de las economías en el último tramo del año. Una de las dimensiones que más contribuyó a esta dinámica sufrida por el IC fue la referida al Entorno Macroeconómico e Institucional, la cual experimentó una caída de 20,6% i.a. (interanual), solo por detrás de la dimensión de Infraestructura (-30,2% i.a.). En este sentido, vale destacar que el contexto en el cual se desarrollan las actividades agropecuarias es determinante al momento de competir en el mundo y en el propio mercado interno. La performance macroeconómica influye sobre los precios relativos de las actividades, sobre los incentivos a producir, consumir y exportar y en las posibilidades de financiamiento con las que cuentan las economías. Asimismo, un contexto caracterizado por instituciones eficientes y transparentes contribuye a reducir la incertidumbre y promueve la mejora de bienes y servicios en beneficio de la población. En esta línea, la dimensión Entorno Macroeconómico e Institucional representa el 10% del IC.

El desenvolvimiento desfavorable que experimentó la coyuntura macroeconómica a partir del mes de abril con los primeros saltos cambiarios y su paulatina profundización a lo largo del 2018, explican el significativo deterioro en la dimensión de Entorno Macroeconómico e Institucional. La economía argentina sufrió fuertes y repetidas escaladas del tipo de cambio, con la consecuente aceleración de la inflación, lo que derivó posteriormente en una caída del poder de compra de los salarios (esto fue producto de aumentos salariales pactados en paritarias que resultaron insuficientes para cubrir la inflación que efectivamente se alcanzó en 2018) y en una recesión. De hecho, el cuarto trimestre fue el peor en términos de actividad económica, alcanzando la caída más fuerte (-6,3% i.a.) y su menor nivel en el año (en el promedio de 2018 la contracción alcanzó el 2,5%).

En cuanto a los indicadores comprendidos en la dimensión Entorno Macroeconómico e Institucional, casi todas ellos mostraron caídas en el último trimestre del año. Entre los mismos se destaca el desempeño del poder adquisitivo (poder de compra de los salarios luego de quitar los efectos de la inflación), el cual mostró una reducción de 12,1% i.a. promedio en los territorios en que se desenvuelven las economías regionales, siendo la contracción más profunda desde la crisis de 2001. Como fue mencionado previamente, esto fue consecuencia de la repentina aceleración de la inflación (los precios acumularon una suba de 12% en el último trimestre, según el relevamiento del IPC Ecolatina) frente a aumentos salariales previamente pactados en base a una inflación esperada menor a la que resultó ser efectivamente.

No obstante, si bien la gravedad de la recesión fue por demás significativa en 2018, la caída en el nivel de empleo fue moderada. De hecho, el indicador que hace referencia al nivel de desempleo mostró una desmejora de solo 1,8% i.a. en el último trimestre. La razón por la cual esta caída no fue mayor se encuentra en el hecho de que el mercado realizó la mayor parte del ajuste vía salarios.

Por otro lado, el nivel de financiamiento al que accedieron las economías regionales y el volumen de consumo de cemento en las zonas geográficas donde estas se localizan (variable muy correlacionada con el nivel de actividad territorial) mostraron también importantes reducciones. La variación negativa de esta última variable da cuenta no solo del menor nivel de actividad, sino también de la reducción en los recursos disponibles para obras de infraestructura, tanto públicas como privadas.

Desafortunadamente, esta dimensión volvería a comprometer el avance de la competitividad multidimensional de las economías regionales en el 2019. En primer lugar, el nivel de actividad mostraría nuevamente una caída, como mínimo de un 1% en el promedio del año. En este sentido, los únicos drivers vigentes durante la primera mitad del año serán la cosecha gruesa y las exportaciones que puedan materializarse gracias al crecimiento de la economía brasileña y a la mayor competitividad precio de industrias locales ya insertas en mercados internacionales. Esto permitiría que la economía experimente una reactivación hacia el segundo trimestre del año, pero la misma se vería interrumpida por la incertidumbre generada por el proceso electoral. Al mismo tiempo, el deterioro del poder adquisitivo de los salarios continuará durante la primera mitad de 2019, lo que impedirá una rápida recuperación de la actividad por sus efectos sobre el consumo. En esta línea, más allá de la carrera salarios-precios, se destaca que el ingreso disponible para consumo no crecerá ya que el principal factor detrás de la inflación será la suba en los Regulados (tarifas de los Servicios Públicos y otros gastos difícilmente eludibles como educación formal, prepagas y combustibles).

Bajo este contexto, se estima una nueva baja en el poder de compra de los salarios (en torno a -5% en el promedio anual), aunque esta sería menor a la sufrida en 2018. Los primeros indicios de recuperación llegarían en el último trimestre, aunque lo que podría acentuarse es la pérdida de puestos de trabajo en una coyuntura en que la crisis se percibe cada vez más extendida en el tiempo.

En cuanto al financiamiento, las economías regionales experimentarán un año difícil. Por un lado, la necesidad es mayor dada la compleja situación de la cual parten los productores tras la sequía del año pasado y los bajos niveles de rentabilidad percibidos en un contexto de fuerte alza de costos y caída de la demanda interna. Por otro lado, las altas tasas de interés y la volatilidad que podría mostrar el mercado cambiario en un año electoral recortarían los incentivos para tomar deuda. En este sentido, es esperable que el financiamiento para el sector continúe en retroceso, dada la permanencia de altas tasas de interés real durante gran parte del año.

Fuente: Prensa Coninagro.