De la chacra a la mesa

Si bien en los últimos cuatro años, el consumo de carne porcina aumentó de 8 a 16 kilogramos por habitante por año, la llegada del cerdo a la góndola y a las distintas bocas de expendio, tuvo que transitar por sendas empinadas y no fue hasta 2015 que la realidad del sector se modificó.
Armando Querejeta, productor porcino de Río Colorado, comenzó con la cría de cerdos en 2012, cuando junto a su familia adquirieron una chacra en Colonia Juliá y Echarren para establecer “Finca La Yoli”. Hoy cuentan con 60 madres y con una gran demanda de carne en la región patagónica.


Cuando adquirieron esa tierra, con la idea de realizar un proyecto familiar, una de las posibilidades era dedicarse a la producción frutícola, pero desistieron y concentraron la energía en una actividad que hasta ese momento tenía poco desarrollo, a mediana escala, en la comarca de Río Colorado y La Adela.
“Se analizó el tema porcino, por ser una actividad que para su desarrollo no necesitábamos tanto espacio y de esa manera podíamos realizarla dentro de la chacra”, indicó Armando Querejeta.
Cuando comenzaron, adquirieron seis animales comprados a un productor de la zona y una vez que se fueron familiarizando con la cría porcina, decidieron dar otro paso, que los condujo a Pergamino. En esa localidad bonaerense, que linda con Santa Fe, consiguieron un núcleo genético que les brindó conocimientos sobre todo lo referido a la genética de los cerdos y cómo utilizarla en pos de garantizar un mejor producto cárnico factible para la zona de Río Colorado.
“Viajamos a Pergamino, con un veterinario amigo, con la idea de comprar animales y el muchacho que nos vendió los animales nos explicó que debíamos pensar en la carne que íbamos a producir y no en el aspecto de los cerdos. Que teníamos que pensar siempre en que estábamos fabricando carne y ese fue nuestro primer objetivo como productores. Adquirimos los animales de Pergamino antes de que se produjera el cierre de Barrera Patagónica, con la mejor genética que nos pudieron ofrecer y arrancamos”, aseguró Armando.
Poco tiempo después de que trajeron la genética para reproducir, se produjo el cierre de barrera zoofitosanitaria en 2013 para toda la carne porcina, tanto fresca como en pie. Esa clausura del paso de animales vivos o faenados hacia el sur del Río Colorado, permitió la apertura de un interesante mercado hacia toda la región patagónica.

Hacer camino al andar
Según cuenta Armando, en el inicio de la actividad tenían varios desafíos por delante, como no contar con la infraestructura necesaria y tampoco con el equipamiento para hacer un criadero modelo. Muchas veces, en ese primer tramo de camino, se encontraron con que les faltaba mucho conocimiento a ellos y a los profesionales con quienes trabajaban. En el caso de las construcciones porcinas y venta de insumos para la actividad, había mucho desconocimiento en general y se iba haciendo todo muy caseramente hasta que con el paso del tiempo se adquirieron elementos de mejor calidad.
En este sentido, Armando cuenta que cuando pudieron resolver la parte productiva, el equipamiento y la alimentación, se encontraron con la barrera de atraer al consumidor hacia el producto. Y asegura que “fue algo muy importante, porque teníamos que salir a vender nuestra carne a la región patagónica, en donde no había aún una cultura de consumo de carne porcina como sí se da en otros lugares como Córdoba, Buenos Aires, Rosario o Entre Ríos, donde se concentra el 70 por ciento de la producción nacional. La gente de esta zona solamente tenía culturalizado el lechón de Navidad y de las fiestas de fin de año”.
La llegada del producto porcino a la góndola o a las distintas bocas de expendio, tuvo que transitar por sendas empinadas y no fue hasta 2015 que esa realidad se modificó.
El consumo de carne, entre 2013 y 2014 rondaba entre 8 y 10 kilogramos por habitante por año, contra los 55 que promedió la carne vacuna entre 2010 y 2013, según datos de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra).
En la actualidad, agosto de 2017, el consumo significa 16 kilogramos por habitante por año y se espera que el número se incremente, con vistas a 2020, a 20 kilogramos.
Desde hace 15 años, el sector porcino tiene un crecimiento constante y exponencial entre un 10 y un 15 por ciento por año, fundamentalmente, en producción y faena de animales, alcanzamos los seis millones de animales faenados, más del 140 por ciento de crecimiento. Según indican técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), a pesar de las medidas económicas implementadas en los últimos dos años, que perjudicaron en algún momento a la actividad, es un sector que sigue siendo rentable y se posicionó dentro del mercado cárnico argentino para no dejar de crecer.
Un cerdo o una cerda, producen un promedio de 2500 kilogramos de carne por año y los vacunos, al tener un ternero por año, producen entre 400 y 500 kilogramos en el mismo lapso de tiempo. En ese sentido, Armando Querejeta, argumenta que “como argentinos, tenemos que pensar más sobre la producción de porcinos ya que tenemos todas las condiciones para lograr un excelente desarrollo. Tenemos el alimento, que la mayoría de la comida del porcino está compuesta por un 70 por ciento de maíz, un 22 por ciento de soja y el resto minerales y vitaminas. Solamente hay que buscarle la vuelta al costo laboral, porque se necesita mucha mano de obra. Hay que luchar contra mercados como el chino y por eso tenemos que tener el precio muy ajustado. Ellos no nos compran los chanchos a nosotros, nos compran la soja nuestra para darle a sus chanchos. Tenemos todo para poder vender los chanchos y no vender el alimento”.

El mercado riocoloradense

Hoy cuentan con 60 madres en el criadero, donde se emplean tres personas que realizan las actividades respectivas al cuidado diario de los animales dentro de la finca y el mercado de venta es en todo el territorio patagónico, donde actualmente hay una fuerte demanda de carne.
Dentro de Río Colorado, el volumen de consumo aumentó en los últimos años, gracias al fomento de los mismos productores. También, cuenta Armando, se elaboraron distintos convenios con instituciones como hospitales, hogares de tercera edad o de niños para que puedan incluir en sus menús, carne porcina. El fomento de la actividad va de la mano de la generación de la demanda.
La faena de los cerdos de “Finca La Yoli” se realiza en la localidad de JJ. Gómez, ubicada a 20 kilómetros de General Roca. Los costos de traslados, son altos, tanto de animales en pie como faenados ya que recorren un total de 700 kilómetros entre ida y vuelta, desde la finca hasta el frigorífico, lo que se representa en el precio del animal. Hasta que no esté habilitada la planta de faena local, deberán seguir con la misma práctica.
Dentro del comercio local, la demanda es de 15 animales en pie por semana, que equivale a 60 animales mensuales, es decir, 100 kilogramos vivo con un rinde de 78 kilogramos de carne.

El rol del Estado
El gobierno nacional -con la apertura indiscriminada de las importaciones- posibilitó la entrada al país de carne de cerdo desde Dinamarca o Brasil, por ejemplo. Eso generó un revuelo en el sector porque al no tener la capacidad en nuestro país para exportar, todo el cerdo producido localmente se destina al mercado interno. Las organizaciones de productores a nivel nacional se levantaron en contra de las disposiciones nacionales que permitían la importación de carne porcina y se logró ponerle un freno. Aunque ahora las noticias son nuevamente desalentadoras porque se importaría del los Estados Unidos.
Lo que hay que analizar, según Armando, es por qué en otros países que no tienen el alimento que sí tenemos en Argentina, se producen cerdos a menor costo que los nuestros. ¿Por qué no podemos producir cerdos para poder vender afuera, además de abastecer al mercado interno? Ese es el debate propuesto por este productor riocoloradense.
En su visión, desde el Estado falta financiación para poder lograr los procesos productivos y que si un productor accede a algún tipo de crédito y beneficio económico por parte del Estado, tiene que tener la posibilidad de comenzar a devolverlo a partir de los dos años. Y que ese tiempo de gracia sirva para poder generar, con lo producido, el comienzo de reintegro del dinero recibido. Esto tiene que ver con los costos en inversión que requiere la producción de cerdos-. Todos los equipamientos e infraestructura tienen costos muy altos y se requiere de una inversión muy grande para que la productividad sea aceptable.